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¿Qué produce la falta de electrolitos?

Uno de los desequilibrios más insidiosos y tal vez desconocidos dentro de la fisiología humana tiene que ver con esos elementos llamados electrolitos.

Su nombre tiene una relación directa con el equilibrio eléctrico de las membranas, y su concentración y niveles adecuados en el cuerpo, son fundamentales para que prácticamente la totalidad de los sistemas orgánicos funcionen correctamente.

Sin embargo, dentro de los parámetros más o menos normales, hay algunas ligeras desviaciones de sus valores que pueden ocasionar trastornos puntuales, no patológicos, pero sí sintomáticos de su desequilibrio.

Esto se manifiesta ocasionalmente cuando hacemos deporte o ejercicio.

Si bien el ejercicio es básico, hay una serie de normas que hemos de tener en cuenta para no sufrir determinadas consecuencias un tanto desagradables.

Por ejemplo, los calambres, tan temidos y tantas veces sufridos por muchos deportistas.


A la hora de realizar deporte, es importante tener en cuenta no sólo que exista un aporte energético adecuado para que el músculo trabaje con una buena cantidad de “combustible”, sino que tengamos asegurado un correcto aporte líquido.

Para ello, si el ejercicio es de intensidad un poco superior a la habitual en usted, debe tener en cuenta que el agua por sí sola no aporta esta serie de elementos en cantidad suficiente: los electrolitos presentes en la misma suelen ser escasos en relación a un nivel determinado de esfuerzo.

Esa suele ser la razón comercial por la que se venden tantas bebidas isotónicas en el mercado: el aporte de los electrolitos que perdemos a través de transpiración.

Cuanto más caluroso sea el ambiente donde nos ejercitamos, la pérdida de electrolitos es mayor, pues la sudoración no es sólo una pérdida de agua, también perdemos dichos electrolitos en cantidades importantes.

Si no tenemos esto en cuenta, no sólo sufriremos unas terribles agujetas posteriormente al ejercicio, sino que en el transcurso del mismo podemos quedarnos súbitamente paralizados por un terrible dolor ocasionado por la contractura brusca de algún grupo muscular: 

Los gemelos, por ejemplo, si estamos corriendo, suelen ser músculos que fácilmente se acalambran o contracturan.

Esa suele ser la consecuencia más evidente de un déficit de electrolitos, en concreto, de potasio, magnesio y también calcio.

Sin embargo, este déficit puede ser relativo o absoluto, es decir, puede tener relación con un esfuerzo desmedido, sin que exista una deficiencia real, sino sólo proporcional con el esfuerzo, o bien puede ser real, a causa tal vez de una deficiencia alimentaria.

Cuando los niveles de electrolitos son correctos, lo que podemos determinar fácilmente con una analítica de sangre y de orina, la causa de esos trastornos musculares pueden provenir de otros lugares, por ejemplo, ciertas disfuncionalidades circulatorias, que se van acentuando con la edad.

Así, si el rango de edad de quien padece estos trastornos está entre los 20 y los 50 años, no es probable esta deficiencia circulatoria. 

Pero si supera esta edad, es más probable que ésta sea la causa, ya que las venas van perdiendo su eficacia de retorno y el riego se resiente en los músculos.

De cualquier forma, éste es uno de los posibles “trastornos” que ocasionan la deficiencia de electrolitos, y entra dentro del rango de lo normal.

Existen, sin embargo, trastornos patológicos que ocasionan  pérdidas de electrolitos o desequilibrios de sus niveles, como algunos trastornos renales, que pueden dar lugar a enfermedades más serias del tipo de diabetes insípida, o trastornos de conducción cardiaca, que ocasionen arritmias.

Si padece frecuentemente calambres, orina demasiado, o siente palpitaciones extrañas de vez en cuando, puede que padezca algún trastorno de la regulación de los electrolitos. Si dicho trastorno no es muy severo, a veces indica una carencia nutricional, y se puede solucionar con una ingesta adecuada de algunas frutas y verduras, como los tomates, los plátanos o las naranjas.

No se trata de que se atiborre, ya que con una cantidad moderada alcanzará los niveles necesarios. 

Pero si no fuese así, y sigue padeciendo los síntomas arriba citados, habría de consultar a un médico que explorase más detenidamente los órganos y sistemas que pudieran estar más relacionados, como los riñones.

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